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Pastoral de la Tercera Edad 

Cuando nos jubilamos entramos en contacto con numerosas personas jubiladas a temprana edad, que se autojubilaron ya sea en el hogar o en el trabajo, pero también gente más joven quienes estaban dentro de los márgenes de lo que se considera una persona de la tercera edad, anímicamente, por sus condiciones de salud o por su participación en la Comunidad, no encajaban dentro de ésta denominación, percibimos una crisis de identidad, la cual era necesario superar.

 

Nos propusimos encontrar la manera de que esta crisis no afectara a otras personas en forma tan severa y encontrar una fórmula que permita a la persona mayor adaptarse a esta etapa de la vida y de algún modo, sigan siendo

productivos. 

 

La preocupación de la Iglesia por la atención pastoral de los mayores es ciertamente antigua; pero se torna más urgente y necesaria en los últimos años debido al aumento de este sector de la población y al creciente abandono que sufren las personas mayores de parte de la sociedad, incluso de sus propias familias. 

 

Todos debemos sentirnos invitados a estimar y valorar a las personas de edad, a acompañarlas y ayudarlas. A su vez, los mayores deben esforzarse para asumir un rol activo tanto en la Iglesia como en la sociedad.

 

 Es un hecho triste, pero real, la falta de preocupación cuando no un verdadero abandono que se da en muchas familias y comunidades en orden a la atención de sus mayores.

 

 Muchos son “excluidos” del trato normal con sus familiares; muchos son «marginados» de la sociedad por las magras jubilaciones y pensiones que no responden a la “urgente necesidad de una justicia largamente esperada”; por las graves deficiencias en la atención de la salud; por la falta de viviendas dignas, porinternaciones en geriátricos que parecerían inspirados más frecuentemente en ellucro que en un verdadero espíritu de servicio.

 

 Junto a estas tristes realidades también falta en gran medida una adecuada atención espiritual y religiosa. Es deber y misión de la Comunidad Eclesial llevar la “Buena Nueva” a sus miembros de más edad. Es necesario conocer la situación de su fe, pues “el anciano puede haber llegado a esa edad con una fe sólida y rica... otros viven una fe más o menos oscurecida y una débil práctica cristiana...; a veces el anciano llega a su edad con profundas heridas en el alma y en el cuerpo (3). Cada una de estas situaciones requiere un acompañamiento particular para acrecentar la Fe y sostener la Esperanza en la Vida Futura. 

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